No me resigno a pensar que la actual situación económica que padecemos no tenga una explicación lógica para nuestro entendimiento, cansados de acudir a los escritos que llegan desde los medios de comunicación firmados por prestigiosos economistas y privilegiados periodistas más o menos documentados pero con indudable peso ideológico en sus intenciones. Los debates que surgen entre mis conocidos la mayoría de las veces se hacen poco comprensibles cuando se mezclan tecnicismos, los cuales derivan en nuevas explicaciones introduciendo en el debate otros matices que distraen del tema principal.
Mi formación en economía no es nada sofisticada, por eso busco la sencillez del argumento para poco iniciados, con planteamientos domésticos que no requieran otras explicaciones que la que nuestro sentido común nos regala.
Pues la explicación a los problemas económicos que nos hacen cavilar la he encontrado en los clásicos españoles del siglo XVI y XVII, concretamente en los escolásticos tardíos hispánicos en particular de la Escuela de Salamanca. De schola, escuela, la escolástica se ocupó de la investigación racional de asuntos relevantes en artes, teología, filosofía, medicina y leyes, con el fin de llegar a una solución científica, compatible con la autoridad aceptada, de los hechos conocidos, la razón humana y la fe cristiana. (J.A. Weisheipl).
El concepto, manido en estos tiempos, de gasto público es tratado por la Escuela de Salamanca con extraordinaria prudencia pues, no en vano, todas las partidas de que se compone el gasto se alimentan de los impuestos y “nuestro cuidado principal y mayor debe consistir […] en que estén nivelados los gastos con los ingresos y vayan entrando las rentas a medida que vaya habiendo necesidad de verificar los pagos. […] Si los gastos de la Corona llegan a ser mucho mayores que los tributos, el mal será inevitable; habrá todos los días necesidad de imponer nuevos tributos y se harán sordos los ciudadanos y se exasperarán los ánimos.” (Juan de Mariana s. XVI).
De sus escritos se infiere la posición de los maestros salmantinos en conceptos tales como riqueza de las provincias (estados), productividad e inflación, todos relacionados con los altos impuestos que originan “… la pobreza, y della ha nacido el imposibilitarse [los vasallos] a poder sustentar las cargas del matrimonio, sin cuyos grillos y vínculo con facilidad se inclinan los pobres al desamparo de sus tierras […] temiendo cada día la venida de los cobradores de pechos y tributos, toman por expediente el desampararlas, por no esperar las vexaciones que dellos reciben” (Mariana). Es decir, la riqueza depende de la productividad la cual disminuye con lo impuestos elevados que también es causa de emigración al no poder hacer frente (… desamparo de sus tierras…).
Pedro Fernández de Navarrete critica el elevado número de personas que viven del Estado “chupando como harpías el patrimonio real mientras el miserable labrador se sustenta de limitado pan de centeno y algunas pobres yerbas”.
La causa de la subida de los impuestos los achaca Navarrete al continuo incremento de los gastos emanados de la excesiva cantidad de cortesanos y “… es bien descargalla de mucha parte della […] No alcanza con prohibir que la corte se hinche de más gente, sino con limpiarla y purgarla de la mucha que el día de hoy tiene”.
Concluye Navarrete que debido al exceso de gastos aumentan las deudas y los pleitos y “es forzoso que en la tan intrincada selva de tan poblada corte aya enormes delincuentes”.
El profesor Jesús Huerta de Soto, catedrático de Economía de una de las Universidades del Madrid actual, citando a Ludwig von Mises (presidente de la Escuela Austriaca de Economía, en la primera mitad del s. XX), afirma que la caída del Imperio Romano no se produjo por las invasiones bárbaras del norte y este de Europa, sino por el gran aumento del gasto que devino el estado del bienestar del cesarismo e imperialismo romanos, con aumento de impuestos y pan para todos.
Mucho antes en el s. XVII Navarrete, citando a Tito Livio afirma que la pérdida de las monarquías se origina en los gastos excesivos porque cuando se disipa el patrimonio con excesos, se procura restaurar con culpas, para terminar
[…] con facilidad nos inclinamos a los sobornos, a los hurtos, y a otros malos medios, con que se atropellan las leyes de la justicia […] porque donde los gastos exceden a la posibilidad de las haziendas, no hay honestidad segura, ni Ministros incorruptos, ni jueces rectos.
Respecto a las subvenciones o subsidios recomienda Mariana reducir su monto porque “ no puede el rey gastar la hazienda que le da el reino con la libertad que el particular los frutos de su viña o de su heredad”. A los gobernantes que otorgan esas mercedes con el fin de ganar amigos y apoyo político les asegura Mariana que “los hombres más se mueven por esperanza que por agradecimiento”. Porque los que reciben favores pronto se tornarán en improductivos y se transformarán en enemigos cuando disminuyan sus expectativas de recibir subsidios.
Y Navarrete apostilla
“Vemos a los ministros salidos del polvo de la tierra en un momento cargados de millaradas de ducados de renta; ¿de dónde ha salido esto sino de la sangre de los pobres, de las entrañas de negociantes y pretendientes?”
Si Juan de Mariana advierte que el excesivo gasto público es la causa principal de la depreciación de la moneda, Martín de Azpilcueta asegura que “… el dinero vale más donde y quando hay falta del, que donde y quando hay abundancia…” Lo cual quiere decir que, como cualquier mercancía o bien escaso, se encarece cuando hay poca oferta y mucha demanda. El corolario a esta aseveración es que cuando hay épocas de gran demanda de dinero, el interés debe subir hasta que oferta y demanda se igualen. Esto es lo contrario de lo que sucedió en el principio de la burbuja financiera que indujo a la crisis de 2007: hubo aumento de la demanda monetaria a intereses bajos que por ley nunca se ajustaron a la oferta.
Me he permitido esta pequeña licencia de acabar las citas escolásticas con el comentario sobre la crisis, pero lector, si Vd. ha llegado hasta aquí estoy seguro que habrá sabido transportar el significado de las citas al momento político que vivimos.
Los clásicos son un hontanar inacabable del conocimiento, son fuente que emana agua transparente y cristalina donde beber para despejar enigmas y quebrar entuertos. No dudes, lector en acudir a ellos.
P.D. Las citas recogidas están tomadas del libro Chafuen, Alejandro. Raíces cristianas de la economía de libre mercado. El buey mudo. 2009
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