jueves, 25 de agosto de 2011

Endeudarse es un error

Es evidente que las ideas que uno es capaz de hacer suyas para luego comentarlas o escribirlas, son producto, por una parte de lo que uno es capaz de leer en libros, prensa, etc., o de las conclusiones a las que uno llega a través de sus reflexiones personales. Así que los pocos que me puedan leer hoy o en el futuro, que sepan que ni soy un intelectual, ni un filosofo, ni tan siquiera una persona especialmente culta, sí alguien relativamente informado, curioso por saber siempre, ávido lector de casi todo lo que llega a sus manos, y sobre todo critico. Seguramente cualquier dia Vds. se encontraran con una TV o un Periódico que les dirá cosas iguales o parecidas a las que yo digo, porque al fin y al cabo el mundo se divide en dos, los que dicen una cosa, y los que dicen la contraria, lo difícil es saber cuál de las dos es la buena.
De un tiempo a esta parte nos han hablado tanto de economía, de sistemas financieros, de crisis, de empresas de rating, de “mercados” etc. que a la fuerza hemos tenido que aprender con cursos intensivos quien fue Kaynes (1883-1946), o quienes son Krugman, Guillermo de la Dehesa, Xavier Sala i Martin, y otros muchos más Nobeles o no, que escriben cada dia sobre economía, unos con más razón que otros, pero todos dándonos su opinión sobre el problema y proponiéndonos sus soluciones.
Si a esto unimos que los políticos en general, tertulianos, chiquilicuatres, y un largo etc., entre el que me podría incluir, hablamos con absoluta seguridad de mercados, agencias, sistemas financieros, etc., como si no hubiésemos hecho otra cosas en toda la vida, llega un momento en que uno no sabe ya con que quedarse, y mientras el pueblo llano que sufre más que nadie la crisis anda desorientado sin saber a quién creer.
Mi reflexión sobre la situación actual es humilde, de ir por casa, pero fácil de entender, verán:
Desde siempre se ha considerado a las personas, familias, o entidades endeudadas, que lo eran por haber administrado inadecuadamente sus ingresos, y se consideraba gentes de honor a aquellos que saldaban sus deuda; cosa que podían hacer de tres formas diferentes: vendiendo activos, reduciendo sus gastos, trabajando más, o mediante una mezcla de las tres cosas.
Lo mismo se creía de las instituciones financieras, los bancos nacieron cuando los orfebres de oro y plata empezaron a aceptar depósitos para su custodia a cambio de una pequeña cantidad. Cuando pasaron a ser entidades crediticias, su regla más antigua consistía en mantener reservas líquidas equivalentes a prácticamente el 100% de sus depósitos. Los banqueros, de esta manera, evitaban verse sin fondos en el hipotético caso de que sus clientes retiraran de golpe su dinero. Para nada acudían al endeudamiento masivo (ahora se llama apalancamiento). Desde luego nada que ver con las coberturas que se exigen en los recientes y actuales “test de stress” de los Bancos y Cajas, ni con los conocidos como Basilea II y III, todo ellos dificilísimos de entender y muchísimo más de explicar, así que mejor quedarnos con lo que nos dicen, aunque no nos lo acabemos de creer del todo.
Nuestros abuelos sabían perfectamente que un país, una ciudad, o una tribu era rica, bien porque tenía recursos naturales (materias primas, minas, petróleo), o porque trabajaban produciendo y comerciando con otros pueblos o países (como el Ontinyent de antes).
Pero esas buenas prácticas desgraciadamente hace tiempo que ya desaparecieron y fueron sustituidas por nuevas teorías económicas a las que los políticos y mas gentes se apuntaron rápidamente, y que consistían sencillamente en endeudarse hasta las cejas, para así tratar de aparentar que estaban produciendo riqueza o bienestar para los ciudadanos, cuando lo que estaban haciendo era arruinar el futuro de los mismos.
Cuando mas deuda peor futuro, porque lo más negativo que puede hacer un político es endeudar excesivamente aquello que se le ha encomendado administrar, la deuda moderada no es mala necesariamente, pero con la deuda excesiva, lo que se está haciendo es diferir en el tiempo el pago de los impuestos que realmente corresponderían en ese momento a la calidad de vida y de servicios que ciertamente se están prestando; con lo que es fácil concluir que se está viviendo por encima de las posibilidades reales del momento, y a la vez robándoles el futuro a los que nos sucederán.
Con el endeudamiento excesivo el político le oculta al ciudadano el verdadero debate sobre los impuestos que realmente tendrían que estar pagándole al Estado, y se le engaña haciéndole ver que es “relativamente rico” porque disfruta de unos bienes y servicios que no tendrían a tenor de los impuestos que realmente está pagando, ni por la riqueza que colectivamente está generando.
Se puede dar la paradoja de que un gobernante decida bajar los impuestos para ganar unas elecciones creando un efecto riqueza entre los ciudadanos, para lo cual tendrá que aumentar el endeudamiento (recuérdense las obras publicas que se realizan siempre antes de unas elecciones), cuando es claro que lo que realmente está haciendo dicho político es aumentar el endeudamiento, lo que en la práctica se traduce en una subida de la presión fiscal para el futuro.
Claro, los políticos lo tienen fácil, acuden a la Caja de Ahorros más próxima, que generalmente es de su signo político, obtienen el dinero, y pelota a seguir, para ellos o para el que venga, y si no que se lo pregunten a la CAM (Caja de Ahorros del Mediterráneo) de rabiosa y desgraciada actualidad.
Con el endeudamiento fácil y excesivo de los países, las comunidades, y de los pueblos, y porque no decirlo “con la colaboración y la ligereza de los ciudadanos”, los políticos especialmente, y las instituciones financieras nos han llevado, siempre desde mi punto de vista, al callejón sin salida en que nos encontramos, y del que tardaremos más de una generación en salir.
Paco Santonja Llinares
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