viernes, 24 de junio de 2011

Presión fiscal contra el progreso

“¡Quién te ha visto y quién te ve!”. Con este dicho resumimos gran cantidad de información para concluir el resultado de un proceso iniciado  tiempo atrás. La conclusión refiere que la situación o ha mejorado o ha empeorado respecto al momento del inicio del proceso.
Dábame un momento de asueto cualquier día de trabajo, que ocupé paseando por las calles de mi ciudad, Ontinyent, desde algún lugar periférico hacia el centro, para regresar por lugar diferente al punto de inicio. Son paseos lugareños, jocosos a veces, melancólicos las más, cuando la imaginación y el recuerdo me transportan a época de impronta vital. En algún momento del recorrido me senté en la terraza de un bar para tomar una limonada. Me resultó fácil llegar allí. No busqué un rincón sombreado donde reposar. Aunque parezca extraño, hasta hace un año las terrazas había que buscarlas.
Efectivamente, hoy más que nunca, ha proliferado el número de bares con terraza. ¿Qué ha sucedido? Que el ayuntamiento ha rebajado considerablemente la presión económica que ejercía sobre las mesas y sillas de las terrazas aplicando una tasa que perjudicaba a sus dueños. El resultado ha sido el esperado: es agradable sentarse al aire libre, por eso hay más consumidores dispuestos a beneficiarse de un buen estar, los bares tienen más clientela y sus propietarios pueden disponer de más beneficio, sin echar las campanas al vuelo dado el mal momento económico que sufrimos.
Desde los primeros años ’80 del siglo pasado la presión fiscal sobre las terrazas fue en aumento progresivo, lo cual hizo disminuir las terrazas en número y el tiempo que estaban abiertas. La institución pública Ayuntamiento creó inspectores que denunciaban a los bares que ponían una silla o una mesa no declarada, hubo persecución y amenaza. Claro está, los dueños de los bares se pensaban dos veces poner terrazas en la vía pública y así nos fue a los ontinyentins y visitantes.
El corolario es obvio, y es que efectivamente las decisiones políticas tendentes a aumentar la recaudación producen efectos contrarios a los que se esperan, porque cuánto menos producto se venda, cuánto menos servicio se contrate, menor riqueza se creará y, por tanto, menor será la recaudación del ayuntamiento.
En calles y plazas de paredes hormigonadas y suelo asfáltico, unas mesas y sillas desordenadas, jardineras y decoro improvisado, íntimos parabanes y alegres sombrillas dan un toque de irreverente frescura para que las cosas cambien si recobramos la libertad de movimiento que en algún momento disfrutamos. Ellos nos la usurparon, pero nosotros debemos conquistarla.
“A la sombra de una sombrilla/son ideales/los madrigales/a media voz…”  canta Carolina  en la mazurca de la sombrilla, de la zarzuela Luisa Fernanda. Pues eso mismo puede estar sucediendo junto a la sombra ajardinada de nuestras terrazas, lo cual justificaría cierta viveza en el cargado ambiente de una ciudad tendente al tedio.
¡Quién te ha visto y quién te ve! A eso aspiramos, que no nos conozca nadie en pocos años… si nos dejan.

Rafael Rovira

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