sábado, 14 de enero de 2012
La recuperación es posible
Industria es sinónimo de riqueza, así hablamos de países industrializados para referir prosperidad, innovación y empuje.
También Ontinyent ha sido una ciudad económicamente rica; cuando su industria florecía, todos ganábamos dinero y tiempo para dedicarlo a otros menesteres, habitualmente lúdicos. Pero era necesario ganar dinero para que otros sectores económicos se beneficiaran. Así el sector servicios fue creciendo detrás del industrial hasta consolidar una estructura basada en los recursos humanos. Se abrieron comercios de todo tipo (El Teler era el máximo exponente), proliferaron empresas tanto de promoción de la construcción como de ventas de los inmuebles acabados, con el aumento de los bienes muebles e inmuebles se establecieron nuevas empresas de seguros y, en general, con la demanda de servicios llegó la oferta.
¿Quién diseñó este modelo económico y social? ¿Los ayuntamientos franquistas, acaso los democráticos, la asociación de empresarios, los sindicatos? ¿Fue quizás un sesudo intelectual prestigioso profesor universitario? ¿O tal vez arriesgados inversores extranjeros decidieron desarrollar el cluster textil que llegó a convertirse Ontinyent?
Nadie intervino por encima de los otros, nada pasó previamente premeditado, todo sucedió sin mano invisible que decidiera y ordenara. Todo ocurrió esporádicamente, sin preparación previa, por el espíritu de colaboración entre personas para el mutuo beneficio. Sucedió cuando alguien veía que un hueco en el mercado podía cubrirlo con el producto o servicio surgido de su mente. Los contratos privados entre las partes aseguraban la fabricación y venta. Con esa espontaneidad se desarrolló el entramado industrial del cual todo Ontinyent se benefició.
No fue necesario que existiera un estado democrático para el desarrollo económico., bastó que se garantizara la propiedad, la libertad de contrato y la libertad de mercado. Por supuesto era requisito indispensable la presencia de empresarios, trabajadores, fluidez en el crédito y cierta laxitud en las normas administrativas. La democracia, mejor dicho el estado de derecho, benefició las condiciones para potenciar la industralización, pero al mismo tiempo se iba desarrollando un Estado excesivamente grande para las condiciones económicas de España. Llegado es el momento de que adelgace en obligaciones y gasto para que pronto nos libere de las ataduras económicas a las que nos está sometiendo.
Durante los últimos tres años hemos oído hasta la saciedad sentencias como “hemos de cambiar el modelo”, “la economía basada en el ladrillo no sirve”, “hay que buscar escenarios de desarrollo sostenible”…, en boca de imberbes políticos y aficionadillos de tres al cuarto, como esperando que la economía hay que planificarla al estilo de los planes de desarrollo franquista o los faraónicos quinquenios de la comunista URSS. Pero la realidad está muy lejos de la intervención agobiante que el estado ejerce sobre nosotros.
Algún profesor universitario, otrora político, afirmó en las sesiones universitarias del 1 y 2 de diciembre pasado que Ontinyent no volvería a ser lo que fue. Patéticas declaraciones para un profesor de economía ante un auditorio de adolescentes hijos de aquella riqueza textil. Había dicho que la crisis económica fue debida a la liberalización de los mercados en tiempos de Ronald Reagan, 30 años atrás, cuando en España se estaba produciendo todo el proceso contrario: aumentaban los impuestos, proliferaban leyes administrativas, se constreñía al contribuyente.
Pero, ¿es posible un nuevo resurgir económico en Ontinyent? La respuesta sería el resumen de este artículo: el mercado es una institución social que surge de la libre y espontánea cooperación entre las partes, basado en la propiedad y el libre contrato; el estado de derecho garantiza su desarrollo así como nuestra seguridad y la de nuestros bienes. La vuelta al crédito fluido, la liberalización de los contratos de trabajo y el adelgazamiento del Estado en materia fiscal y la desaparición de las leyes administrativas preventivas que impiden la libre circulación del conocimiento son los incentivos necesarios y suficientes para que Ontinyent vuelva al camino empresarial donde la innovación, el riesgo, pero sobre todo la cooperación haga surgir en pocos años la economía que hemos conocido.
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