sábado, 21 de mayo de 2011

Votar, no votar, votar ...

Decía Ortega en su libro de ensayo Ideas y Creencias que las ideas se tienen, van y vienen, forman parte de nuestras circunstancias, la información que nos llega, mientras que en las creencias se está. Constituyen éstas los pilares de asiento de nuestras costumbres, ellas sustentan nuestra cultura y forman parte inseparable de nuestro comportamiento y moral.
La reflexión política de esta dualidad me lleva a pensar en la aportación que hoy hacen los políticos en vísperas electorales. Y me atrevo a decir que dicha aportación aprueba a penas el concepto de idea u ocurrencia. Ellos dicen: “si me votáis crearé miles de puestos de trabajo, construiré un hospital” pensando en la idea poco elaborada de que la promesa les aportará votos. Se quedaron anclados en los tiempos del alcalde Tierno Galván que anunciaba que las promesas se hacen para no cumplirlas.
Pero esa no es la creencia que impregna el recinto donde vivimos los electores, porque la realidad ha hecho callo, se ha endurecido como un promontorio epitelial donde el bisturí de las palabras tan sólo atenúa el juanete pero lo agranda y endurece después de algunos días.
La caída de la actividad económica ha sustituido la idea extendida de que el trabajo y la riqueza era producto de las decisiones que otros tomaban por nosotros. Las empresas nos permitían cambiar de trabajo a nuestro gusto, los bancos nos daban más de lo necesario para comprar bienes y los políticos nos mecían desde la cuna a la tumba en un despilfarrador estado de bienestar.
Hoy hemos recuperado la creencia primitiva de que conquistar la felicidad perdida no es cosa que me darán los demás, tengo que conseguirla a base de esfuerzo, de constancia, de tener un proyecto que alimente la ilusión de proveer el mañana. La idea de que era posible el enriquecimiento rápido o pelotazo se ha esfumado de nuestro horizonte y ha resurgido la creencia olvidada de que el trabajo y el ahorro es indispensable para recuperar la ilusión en el futuro.
Por todo ello, las ocurrencias de nuestros políticos caen en saco roto, porque todo lo que nos prometen se basa en gastar y gastar, cuando hay escasez de dinero.
Otros valores decidirán en cada uno de nosotros a qué partido voy a votar, pero cada vez menos electores se dejarán arrastrar por las ideas que a los políticos se les ocurran para conquistar nuestras creencias.
Yo voto a … Bueno, quizás vote en … O me largue …

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