No suenan clarines. Un chupinazo revive almas dormidas.
Carreras, saltos, cualquier ejercicio vale para calentar. Dominio absoluto de
la adrenalina.
En la panza de la Plaza de Baix y en los altos del Porxet,
gritos y exclamaciones delatan nervios. Pero los mozos han tomado posiciones.
Unos, los menos, en los toriles del Camí dels Carros, la eixida del bou. Otros
bajo la hornacina de la Mare de Deu d’Agres, justo en la revuelta que da
entrada al Pont Vell. Los más, saliendo de las carpas hidroalcohólicas ya de
vuelta del toro camino de los corrales.
Los toristas esperan apretados tras un árbol cualquiera del
Camí, como los toreros en el burladero de la plaza, para ver la mejor
instantánea del bou en su salida. Allí se empieza a adivinar las cualidades del
toro, su casta, su aspereza, su mansedumbre, su bravura. Es mal lugar para las
carreras, el astado tiene todas las ventajas, se prefiere la observación, el
desplazamiento transversal y estar preparado para el quiebro.
Pasado el morlaco y donde el Camí rompe hacia la izquierda
frente al Hort del Botecari comienzan las carreras, las más bellas sin duda las
del Pont Vell, como lo es luego la entrada a la Plaza del Ayuntamiento (aquella
Plaza Mayor) por el Porxet. En esos lugares los mozos ejecutan lances taurinos
muy diversos y precisos en sus reglas. Son artistas desconocidos para quien su
mayor ambición consiste en correr bien
los toros. Suelen actuar en cuadrilla de la cual emerge una persona en un
toro y en el siguiente otra. Se hacen quites unos a otros y buscan la carrera
conjunta delante de la cara del toro cuando su casta y bravura lo permite.
Lancear sin capote, con el toro en jurisdicción y romperle
el viaje cuando el astado humilla, no perder nunca la cara al toro para
improvisar una salida airosa, llevar al cornúpeta fuera de su querencia, hacia
el centro de la calle si es manso, guardar la distancia si es de condición
brava, no contemplarlo si es de indomable fiereza. Todo eso y muchas cosas más
componen la lidia de los toros fuera de plaza, y también en la carrera el mozo
en plenitud técnica es capaz de desarrollar arte, como en pintura, con la
diferencia que el pintor, a veces, se aparta del cuadro, reflexiona y rectifica
y en el toreo no hay tiempo para contemplar, se está con el cuerpo y con el
alma y del riesgo surge lo espontáneo, el plumazo, la exclamación, un trazo y
la imagen indescifrable retenida para siempre en las circunvalaciones
cerebrales más profundas.
Todo esto sin la cuerda, la soga que anuda la cuerna y se
prolonga hacia el cuello en el intento de apagar el último suspiro. Ahogado el
peligro, hurtamos el riesgo y el arte se emborrona.
¿Por qué la cuerda? Entiendo que tenía su sentido como
medida de seguridad para las personas que no corrían el bou, en los años que se
daba la vuelta al pueblo sin cerrar calles y plazas como hoy. Desde hace
treinta y dos años el recinto del toro se cierra con lo cual no hay riesgo para
los no aficionados. Embolar y ensogar al toro ofrece seguridad para el que
corre, pero pierde frescura, espontaneidad, esfuerzo por mejorar la técnica y
se aleja del espectáculo. Estoy convencido que el bou embolat, sin soga,
ganaría con el tiempo nombre, fama y atractivo.
El toro es el mito que hace posible el ritual y el hombre
celebra en su presencia. El respeto al rito surge del mismo animal y de las
acciones que el hombre ejercita. No existe el oráculo, ni pitonisas ni
sacerdotes, solo existe el valor, el cara a cara ante la res, unos segundos de
gloria.
Lo que se ve es otra cosa: carreras apagadas por la
infidelidad de los que atrapan la cuerda, desconfianza del mozo hacia la masa
que se desplaza, estirones ensogados para agasajar compromisos, agotamiento e
“indefensión” del astado, mucho tiempo sobre el asfalto y bastante aburrimiento
en el tendido. Ahí quedó el bou en Ontinyent, mucha fiesta y poca enjundia.
- Bé, demà correm, quedem en els corrals
i farem la
eixida del primer.
- A la una i mitja, cassola en morro.
- A la una i mitja, cassola en morro.
Gracias Rafa por tan bellas palabras hacia una fiesta que emociona, tus palabras son casi poesía.
ResponderEliminarTe esperamos hoy domingo en La Ploma.
En cuanto a lo de la cuerda, yo creo que se justifica casi por la emoción que sienten los que la tocan, es casi como si hubieran tocado al mismísimo toro, al menos eso percibo yo que desde mi privilegiada casa (la de los arcos pasado el puente).
Gracias por tu comentario, laploma. Me gustaría acercarme y tomar un vino con vosotros.
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