viernes, 18 de noviembre de 2011

Como dos gotas de agua


En mí pasado universitario, 5 años en la Universidad de Granada, asistí en dos ocasiones al acto de apertura de curso en el Aula Magna. El acto era de extraordinaria belleza, en el que confluía el ritual del desfile de catedráticos de las Facultades vestidos con su toga negra y los colores de la muceta y el birrete distintos según la carrera del docente, la lección magistral o conferencia inaugural del curso expuesta con magisterio por el catedrático de turno y concluía con el canto del himno universitario Gaudeamus por el coro de la Universidad.

No quise dejar pasar la oportunidad de asistir al acto de apertura del curso académico en el Campus de Ontinyent de la Universidad de Valencia el pasado día 8 de Noviembre, con el atractivo añadido de la conferencia inaugural a cargo del periodista Fernando Delgado y el título “La crisis y la mala educación”. Creo que fue un acontecimiento digno y sobrio merecedor del título acto académico. Tampoco hubo atisbo de promover un acto político en las formas, lo cual agradezco, aunque no así en las intervenciones del alcalde y del presidente de Caixa Ontinyent, muy sutiles, quizás efectistas, que allí hicieron acto de presencia: los modelos del pensamiento contemporáneo están en crisis, los que deben mostrarnos el camino no lo encuentran, el futuro es nuestro, el único accionista de la Caixa es la sociedad, revisar el modelo económico y productivo, día histórico en el camino, etc, etc, etc. En la jerga cotidiana podemos decir que allí se anunció a bombo y platillo la cesión del uso del Colegio Luis Vives a la Universidad y construir un nuevo aulario que amplíe las instalaciones. La prudencia vino de la mano del Rector Esteban Morcillo al reconocer que la dificultad económica pueda ser el freno o impedimento a la buena disposición.

Con más pompa se anunció la construcción, hace cuatro años, de un Hospital comarcal, por supuesto en Ontinyent, en plena campaña de las municipales y, como en esta ocasión, los medios de comunicación han hecho de impecable caja de resonancia.
Los fondos eran de la Generalitat y fue un buen aliciente para la campaña. También los fondos para construir el aulario de la Universidad son de la Generalitat. Como en la promesa del hospital, se ha cedido los terrenos para construir el aulario, para el que también se ha solicitado la licencia de obras, igual que se solicitó para construir el hospital.

Pero ¿de qué fondos estamos hablando? Hace cuatro años los políticos no quisieron reconocer la crisis que se nos venía encima. Entonces, sin  dotación presupuestaria se anunció el hospital. La presión de la alcaldesa no tuvo sus frutos porque cuando el gobierno de la Generalitat quiso asignar fondos para la construcción del hospital fue demasiado tarde: la deuda contraída por la Generalitat nos hipotecaba a los valencianos para varios años. Hace un año supimos que el Hospital Comarcal no se construiría. Y la economía ha empeorado.

¿Hay dotación presupuestaria para construir el Aulario Universitario? Esto tiene todo el aspecto de reproducir lo ocurrido con el Hospital. Peor, porque las incógnitas se multiplican. Si la Generalitat cuenta con menos dinero que el año pasado porque su deuda es mayor, deberá priorizar el gasto y la inversión. El gasto incluye sueldos de funcionarios y contratados y obligaciones con proveedores de material y de servicios. No conozco las inversiones previstas, pero quizás Ontinyent necesite más el hospital que el aulario. Es fácil pensar que la matrícula se encarezca por falta de subvenciones y que las becas disminuyan en número y cuantía por lo mismo, dificultades en el camino para lograr que las aulas se llenen.

Hospital y Aulario se parecen como dos gotas de agua. Como en el caso del Hospital, los políticos han vuelto a darnos la de arena anunciando la  construcción de un Aulario Universitario. Desde que la cal se ha sustituido por hormigón deben pensar que la cal solo sirve para blanquear. Nuestros representantes deben atenerse a la cruda realidad de que no hay suficiente dinero para deslizarse por la refinada holgazanería o el “dolce far niente” del estado del bienestar. Seguro que las próximas elecciones municipales nos prometen el Hospital Universitario. Al tiempo.

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