sábado, 5 de noviembre de 2011

Las malas decisiones políticas traen malas consecuencias económicas

El arte de la Economía consiste en considerar no los efectos inmediatos, sino los que se producirán a largo plazo por cualquier acto o medida política; en calcular las repercusiones de tal política, no sobre un grupo, sino sobre todos los sectores. (Henry Hazlitt)
Participé este puente pasado en una tertulia con unos amigos, dos de ellos sudamericanos, que nos culpaban a los españoles de ser los que más paro creamos en el mundo, implicando sobre todo a los empresarios porque no eran capaces de contratar trabajo y ser los causantes del desempleo.
La opinión pública española está cabreada porque España, dice, ha perdido soberanía porque la Unión Europea nos impone medidas contra la voluntad del gobierno, medidas por otra parte que no han servido para crear el empleo deseado y han aumentado el gasto del Estado.
El gobierno de España insiste en que cumplirá los objetivos de crecimiento del PIB (1,3 %) y de contención del déficit público en el 6 % del PIB.
En torno a estas tres premisas surge un pensamiento único e interesado, basado en el manejo de las medias verdades con el fin de dirigir la opinión del pueblo hacia posiciones políticas que den ventaja a quiénes las formulan. Son como bombas de humo lanzadas a la muchedumbre para confundirla y dispersarla de la verdadera realidad. El argumento es el que manejan los generales ante la batalla: divide y vencerás.
Lo inmediato es ver que hay mucho paro, que lo han creado los empresarios, que nos han impuesto medidas económicas desde fuera contra nuestra soberana manera de actuar, que se están aumentando los fondos para rescatar economías débiles, o que España tiene un sistema financiero campeón. Pero lo real es que todas estas falacias que se cuentan y nos cuentan han llegado después de tomar medidas inadecuadas, o no tomarlas porque nos decían que no eran necesarias, y no querer saber nada de las consecuencias que pueden suceder mañana.
Aumento de impuestos, baja productividad laboral debido a los altos costes sociales, permitir a los bancos dar más dinero a empresas y familias que lo que sus activos les permitían, regular los tipos de interés bancario, obligar a bancos y cajas a comprar deuda soberana, consentir a cajas de ahorro la entrada en el mercado financiero con la única exigencia de cuadrar el balance, etc. Esas medidas han demostrado no ser las adecuadas cuando se aprobaron, aunque les dieran una buena mano de pintura para justificarlas.
Los malos políticos y los malos economistas nos hacen ver las consecuencias de las acciones inmediatas sobre la Economía, no nos dicen las consecuencias futuras. Hoy es el mañana que el mal economista de ayer nos concitaba a despreciar.

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